La mayor parte de los pequeños ruidos cotidianos pasan desapercibidos. El de teclear en un ordenador, el de la cuchara golpeando la taza al dar vueltas al café, el golpeteo nervioso de unos dedos en una mesa… Sin embargo, para las personas que padecen misofonía esos sonidos pueden resultar insoportables.
¿Qué es la misofonía y cómo se manifiesta?
Cuando un mismo patrón de sonido repetido, aunque se trate de un ruido prácticamente imperceptible, genera una reacción irracional de una persona. Esa persona sufre misofonía, una afección neurológica que se relaciona con la reducción de la tolerancia al ruido, pero que se manifiesta en sonidos repetitivos o en patrones concretos.
La misofonía se caracteriza por una reacción negativa e intolerante a uno o más sonidos, independientemente de si es fuerte o débil o de las características acústicas del propio sonido. El tipo de sonido que desencadena la reacción es específico de cada individuo y puede (aparentemente) desencadenar reacciones injustificadas de ira, ansiedad o incluso pánico.
Los sonidos o ruidos que pueden desencadenar reacciones emocionalmente violentas en las personas que padecen misofonía son muy numerosos y dependen estrictamente de la persona a la que afecta. Por ejemplo, pueden causar misofonía:
- Sonidos nasales (ronquidos, hipo)
- Sonidos orales (crujidos, morderse las uñas)
- El llanto de los niños
- Sonidos de animales (pájaros cantando, ranas croando)
- Los sonidos producidos con los movimientos corporales (crujidos de las articulaciones)
- Sonidos ambientales (tonos de llamada de teléfono celular, tic-tac de relojes)

Una de las causas más indicadas para la aparición de la misofonía está ligada a un probable trastorno neurológico derivado de la experiencia negativa, ocurrida en la infancia, a un sonido específico. Esta condición clínica se encuentra a menudo en la infancia y se asocia, en algunos casos, con trastornos neurofuncionales y psicofuncionales.
En la actualidad, los paradigmas modernos consideran la misofonía como un estado fisiopatológico potencialmente inducible en cualquier sujeto; una condición idiopática, que puede presentarse con trastornos psiquiátricos asociados, o una manifestación sintomática de un trastorno psiquiátrico subyacente.
Diferencia entre mísofonia e hiperacusia
La misofonía no debe confundirse con hiperacusia, una sensibilidad general al ruido versus un sonido que no es particularmente fuerte. Sin embargo, en este caso no se trata de una excesiva sensibilidad a determinados ruidos, sino del nivel de ruido. Las personas con hiperacusia reaccionan con gran sensibilidad al ruido a niveles de volumen que otras personas encuentran completamente normales. Si los ruidos se vuelven dolorosos a un volumen normal, es importante consultar a un otorrinolaringólogo.
No siempre es fácil para los misofónicos hacer que las personas comprendan su problema. Es importante que cualquier persona que sufre de misofonía pueda explicar a los demás que ciertos ruidos cotidianos los molestan sin saberlo por su propia voluntad, ya que la gama de sentimientos varía desde el simple dolor hasta reacciones muy agresivas.
Causas, síntomas y tratamiento
La mayor parte de los detalles que rodean a la misofonía son una absoluta incógnita. Habitualmente se considera un trastorno neurológico que tiene que ver con la conexión entre la percepción de los sentidos y las sensaciones que generan. Aunque en otros casos, se le atribuye una relación con comportamientos psicológicos relacionados, por ejemplo, con manías o fobias.
El patrón de sonido concreto que desencadena la misofonía puede producir reacciones irascibles, en muchos casos, pero también angustia e incluso temor, tristeza o ansiedad. La interpretación más habitual es que las personas que padecen este trastorno asignan a los estímulos sonoros (y en ocasiones también a ciertas imágenes) reacciones y sensaciones poco convencionales.
El abordaje de este trastorno pasa en gran medida por la reeducación auditiva y la habituación. A través de la sonoterapia se intenta reorientar esas sensaciones. En algunos casos, los pacientes encuentran cierto alivio utilizando algunos “escudos” que mitigan la percepción de los patrones insoportables. Uno de esos escudos, por ejemplo, puede ser la música.